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martes, 6 de junio de 2023

Uruguay Memoria y responsabilidades. 50 años después


 Junio es un mes triste y reflexivo para los uruguayos, fue cuando comenzó la mayor tragedia de nuestra historia, el golpe de estado y 12 años de dictadura, cívico militar. El régimen más represivo, criminal y ladrón que ha tenido nuestro país desde que existe. Y tendríamos que recordarlo y reflexionar.

 

 

Recordar es importante y cuando menos sectario sea ese recuerdo, cuanto más grande es la porción de ciudadanos que participe de ese ejercicio de la memoria histórica, más importante será. Partiendo de la base que medio siglo implica que una parte fundamental de los protagonistas ya no están vivos.

No debería ser un recuerdo reflexivo para los que lo padecimos directamente, sino para todos. No es un ejercicio fácil, en todos estos años se ha hecho lo posible y un poco más para que "miremos hacia adelante", desde todas las tiendas políticas, civiles y sobre todo militares. Si pudieran lo borrarían de la memoria colectiva.

Vano intento cuando todavía quedan tantas heridas abiertas, en primer lugar los desaparecidos y sus familiares reclamando.

Ese es el primer factor, pero nunca hay que olvidar que detrás de cada desaparecido, hay una captura ilegal y brutal, un encarcelamiento lleno de torturas y vejaciones y un asesinato y posterior desaparición de sus cuerpos. No es solo la desaparición.

Además las heridas son múltiples, primero contra la Constitución y sus obligaciones ante la nación, por parte de los militares que juraron defenderla y los civiles - no pocos que se arrastraron a su servicio -, pero además la dictadura uruguaya fue la de las torturas masivas, en proporción a su población es difícil encontrar algo tan brutal, planificado y masivo, usado para doblegar a los presos y para comprometer a los efectivos militares que participaron. Y hablamos de miles de torturados, de presos políticos, de exiliados, de perseguidos durante años.

Un régimen de censura total y hasta ridícula, de la prensa, de los libros, de la educación, de la cultural, del carnaval, de la música, de los partidos políticos y sus representantes, de los sindicatos, de diversas asociaciones. Intentaron barrer con todo lo que interrumpía su visión dictatorial. Y lo ejecutaron durante años, utilizando todo el poder del Estado, sus fuerzas militares, policiales, y las estructuras civiles del Estado, sus empresas, sus dependencias educativas. Todo.

Las cifras acumuladas de los presos, torturados, asesinados, desaparecidos, expulsados, perseguidos, despedidos de sus empleos, censurados es enorme para la población uruguaya.

Pero no fueron todos, no deformemos la realidad, el cambio creciente a la dictadura hasta el plebiscito de 1980 en el que lo derrotamos, fue un lento crecimiento, en 1973 la mayoría de los uruguayos fueron indiferentes o apoyaron el golpe, detrás de una promesa de paz y orden. La memoria debe ser completa.

Por ello estamos obligados a analizar la crisis y las causas que desembocaron en el golpe y la dictadura, en la derrota de la resistencia, con huelga general y ocupaciones de lugares de trabajo y facultades universitarias y la gran manifestación del 9 de julio de 1973.

Y el análisis no puede ser a gusto del consumidor actual, al servicio de una interpretación que nos convenga, eso es miserable y no ayuda en absoluto a que se cumpla la suprema consigna que levantamos desde hace décadas "Nunca más". No es solo un gripo, un deseo que nos obliga, es la necesidad de crear y fortalecer las condiciones para que "Nunca más" sea posible y una dictadura sea absolutamente imposible en Uruguay.

Quedan varias tareas pendientes. Encontrar a los desaparecidos no es solo un acto humanitario obligatorio, es reconquistar plenamente las FF.AA. para una visión y un sentimiento democrático, es decir erradicar la posibilidad de que algún sector tenga alguna tentación dictatorial. No hemos completado ese ciclo, a pesar de que se han hecho muchas cosas.

Segundo, hay que aislar y si es posible hacer desaparecer en la sociedad uruguaya en su conjunto las tentaciones antidemocráticas, arriba y abajo y por cualquier motivo o justificación. La democracia es en primer lugar tan sólida como es su conciencia en la sociedad. No son solo su Constitución, sus leyes, sus instituciones, su prensa,  todo eso depende esencialmente de su poder, su fuerza, su arraigo en la gente, en el pueblo, en los ciudadanos. Hemos avanzado mucho, pero es una tarea permanente.

En esa construcción juegan un papel fundamental los partidos políticos y en el Uruguay desde 1985 a la fecha todos hemos reforzado nuestra visión democrática y arrinconado los restos de los sectores civiles callados o gritones que defendían la dictadura. Pero hay erupciones cada tanto.

Del golpe de estado y de su régimen posterior son responsables directos e históricos, los sectores del poder económico, del poder social y los militares canallas y serviles de ese poder, con el apoyo de la política exterior de los EE.UU. que respaldó e impulsó planes golpistas en toda la región, en particular la dictadura de Brasil, instaurada en 1964 y en ese tiempo comandada por Garrastazú Medici. Son factores inseparables.

Pero si nos paramos aquí nosotros mismos nos paralizamos, somos observadores y no es cierto. También fue posible porque la izquierda, aún con sus diversas posiciones, tenía una definición democrática débil y llena de agujeros, que fueron utilizados y aprovechados por los golpistas.

Si no asumimos las debilidades que desde la izquierda fueron aprovechados por los golpistas, las acciones guerrilleras totalmente equivocadas que favorecieron el triunfo y la consolidación de los sectores más antidemocráticos y fascistas en las FF.AA. tenemos una memoria sesgada y por lo tanto pobre y deficitaria. No fueron esas acciones las determinantes del golpe, que se dio cuando las organizaciones guerrilleras estaban totalmente derrotadas política y militarmente, pero colaboraron estratégicamente al avance y el triunfo dentro de la estructura del poder de los peores sectores, civiles y militares.

La democracia era una categoría muy diversas, antes del golpe de estado que cuando salimos de la dictadura para todos los sectores de izquierda. Incluido naturalmente el Partido Comunista, el Partido Socialista, etc. Los ejemplos son múltiples y deberíamos terminar de asumir el cambio radical y cualitativo que determinó en todos nosotros la lucha contra la dictadura.

Antes de 1973 si la opción hubiera sido un golpe militar supuestamente nacionalista o la democracia "formal" y llena de defectos y claudicaciones, todos sabemos cuál hubiera sido nuestra opción.

En la marcha del pasado 20 de mayo, había un cartel que me impactó por su crudeza: "Ellos no cayeron por la democracia, cayeron por la revolución" y me pregunté por mí mismo y tuve que asumir que en primer lugar luchábamos por la revolución y que la democracia era un instrumento, un pasaje bastante manoseado. Y eso se paga y contra eso hay que estar en guardia, porque las experiencias de otros países, de Cuba, de Venezuela, de Nicaragua es un fracaso de la democracia y de la revolución.

La democracia es la única vacuna contra las dictaduras de todo tipo, asumiéndolas con todos sus defectos, pero las democracias son también en único terreno donde construir los cambios necesarios para nuestros países, incluso cambios revolucionarios porque van a la raíz de nuestras estructuras.

Recordemos con rigor, que eso es también revolucionario.  La memoria no puede ser un conjunto de retazos, sino el ejercicio riguroso para reconstruir el pasado y tener un futuro.

Esteban Valenti.

Trabajador del vidrio, cooperativista, militante político, periodista, escritor, director de Bitácora (www.bitacora.com.uy) y Uypress (www.uypress.net), columnista en el portal de información Meer (www.meer.com/es), de Other News (www.other-news.info/noticias). Integrante desde 2005 de La Tertulia de los jueves, En Perspectiva (www.enperspectiva.net). Uruguay

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