Los delincuentes de traje y corbata: la paradoja del mundo actual
Vivimos en una sociedad que muchas veces construye estigmas: se señala como “delincuente” al joven sin estudio, al pobre, al que no usa ropa de marca ni maneja coches lujosos. Se confunde la apariencia con la esencia. Y sin embargo, la contradicción más grande es que los mayores delincuentes del mundo actual no llevan capucha, sino traje y corbata; no huelen a sudor, sino a perfumes importados; no caminan descalzos, sino que se pasean en coches de lujo.
Esa es la paradoja que desnuda el sistema: quienes más daño hacen a la humanidad, quienes se roban el futuro de millones, quienes estafan a pueblos enteros, no son los que están en las cárceles comunes, sino los que ocupan oficinas con aire acondicionado, despachos de gobierno, directorios de bancos o asientos en los parlamentos internacionales.
¿Quiénes son los verdaderos delincuentes?
- La gran industria farmacéutica que lucra con la
salud, inflando precios, manipulando patentes y negando medicamentos
esenciales a quienes no pueden pagarlos. ¿Acaso no es criminal dejar
morir a una persona para defender ganancias millonarias?
- Los
banqueros y especuladores financieros que con un clic pueden destruir
economías enteras, dejando a miles de familias sin trabajo ni
sustento. El crimen de la usura y el saqueo global jamás es juzgado
como tal.
- Las empresas de la construcción y de las “mega-obras”
públicas, que a través de sobornos, sobreprecios y contratos
amañados roban a los pueblos miles de millones. El cemento muchas
veces lleva sangre y corrupción en sus cimientos.
- Los políticos
corruptos que traicionan a sus pueblos, firmando pactos a espaldas de
la gente, vendiendo soberanía, entregando recursos y favoreciendo a
grupos económicos. Ellos, con manos de seda, condenan a generaciones
enteras a la pobreza.
- Las multinacionales energéticas y
extractivistas, que devastan el medio ambiente, desplazan comunidades
y dejan tras de sí territorios contaminados. Son crímenes de lesa
naturaleza, crímenes contra la vida misma.
La impunidad de los perfumes caros
El
sistema protege a esos delincuentes porque están envueltos en el
aura del “éxito”. Perfumes caros, autos de lujo, trajes
italianos: símbolos que pretenden blindarlos de sospecha. Pero el
olor del dinero sucio no se tapa con Chanel ni Armani.
Mientras tanto, el joven que roba un celular va preso y se lo expone como amenaza social, cuando el verdadero saqueo se realiza en despachos alfombrados, con contratos redactados por abogados, con operaciones bancarias invisibles para la mayoría.
El mensaje necesario
Es urgente
desmontar el mito: delincuente no es el pobre, delincuente es quien
roba el pan de millones, quien destruye un país, quien negocia con
la vida y el futuro de los pueblos.
La sociedad debe dejar de medir la honestidad por la ropa o los modales. El ladrón de cuello blanco, el político vendido, el banquero corrupto, el empresario mafioso… ellos son los que hoy escriben la historia de la desigualdad.
Traje, corbata, perfume importado y manos de seda jamás serán aval de inocencia. El verdadero rostro del crimen internacional está escondido tras esos símbolos de poder.
Lic. Rubén Suárez
Director de
RedContactoSur
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