MONTEVIDEO (Uypress) - Columna escrita por el director de Uypress, Esteban Valenti, aparecida en Montevideo COMM.
Ante la evidencia de la corrupción y
por la vinculación de Luis Lacalle Pou con Alejandro Astesiano, creo que
debe dar un paso al costado.
Aunque lo haga con extrema
preocupación, puedo hablar con comodidad, no tengo cola de paja porque
cuando fue necesario, y a pesar de dolerme mucho e impactar contra mi
adhesión política partidaria al Frente Amplio durante casi 60 años, dije
lo que tenía que decir. No me arrepiento y me lo hicieron pagar muy
caro.
Primero estaban los principios, las convicciones, las
lecciones de la historia en todo el mundo y después los intereses
partidarios y el amor por el poder. No voy a preguntar, como podría
hacerlo perfectamente: ¿Quién tuvo razón, de acuerdo a como se
desarrollaron los hechos, políticos y judiciales posteriores? Cada uno
sacará sus conclusiones.
Aunque conozco los nombres de los
miserables que en su momento dijeron que yo le había proporcionado los
datos del “caso Sendic” a los blancos o a la prensa (no hay una sola
prueba y además no es cierto), no los voy a desnudar; que se pudran en
su oportunismo y su miseria. Sí es cierto que avisé con tiempo a quienes
debía avisar, que esa situación iba a explotar y el Frente Amplio la
pagaría muy cara. Casi el 20% de los votos perdidos entre las elecciones
de 2024 y 2019, por ejemplo.
Lo más ruidoso ni siquiera fueron
los temas de fondo del manejo de ANCAP, sino estupideces increíbles que
todos recordamos y que yo ni siquiera sabía, no figuraban en los
balances de la empresa ni me ocupé de su curriculum vitae.
Por
eso, ahora puedo hablar con la misma libertad y con la misma obligación.
Ahora no se trata del vicepresidente, sino nada menos que del
presidente de la República, Luis Lacalle Pou.
No tuve en absoluto
una actitud de animosidad contra él, hay declaraciones mías en La
Tertulia hace varios años, antes de ser candidato a presidente,
afirmando que lo respetaba como un militante de todos los días en el
departamento de Canelones, promoviendo su candidatura a diputado y que
era una persona inteligente.
En la primera etapa de su mandato,
con la peste del Covid, también demostré que dentro de mis limitadas
posibilidades trataba de comprender y de apoyar todo lo posible el
esfuerzo nacional encabezado por el Gobierno, para combatir la pandemia.
Por
todo lo anterior, y de acuerdo a la acumulación de casos graves de
corrupción que no tienen nada que ver con diferencias políticas, ni
económicas, ni sociales, ni educativas, ni del sistema jubilatorio, es
que creo con mucho dolor y preocupación que el presidente debe hacerse a
un lado y abandonar sus funciones.
Debe hacerlo para que la vida
institucional del país siga su curso normal. Es un trauma grave, pero a
esta altura inevitable. Esto es por su directa vinculación, por su
designación de un delincuente como Alejandro Astesiano como jefe de su
seguridad personal, cuando ya está demostrado claramente que desde el
4to. piso de la Torre Ejecutiva funcionaba un completo esquema de
corrupción y una asociación para delinquir.
Últimamente se
incorporó nada menos que el espionaje para acumular datos personales de
dos senadores de la república, Carrera y Bergara, encomendado por una
empresa desde el exterior por su representante en Uruguay (un militar
retirado) a partir del pedido de estos de actuar sobre el tema de la
entrega del puerto a los belgas de Katoen Natie (cada día me cuesta más
llamarlos una empresa). Lo hizo y lo cobró en pleno ejercicio de su
función como jefe de la seguridad presidencial Alejandro Artesiano. Hay
pruebas terminantes e irrefutables. Es un atentado contra la democracia,
el Senado y las instituciones.
Lo he pensado mucho, con toda la
seriedad del caso, pero cada día se acumulan elementos más graves y el
presidente no ha reaccionado en absoluto como correspondía, destituyendo
a los ministros directamente involucrados (Interior y Relaciones
Exteriores), al Jefe de Inteligencia y a los altos mandos policiales
involucrados en las acusaciones. Y eso me llena de dudas, o mejor dicho
de certezas.
Ni siquiera lo he visto reaccionar con la
indignación y con la actitud de un presidente que ha sido traicionado,
pero que además ha puesto en riesgo la seguridad del país y de la
primera magistratura encomendando su seguridad, con todos los amplios
poderes que tenía, a un delincuente con años de andanzas.
No es
admisible que se escude con que Astesiano no tenía antecedentes
registrados, no soporta el más elemental análisis y solo utilizar ese
argumento es un insulto a la ciudadanía. Si todo el aparato del Estado
uruguayo fue engañado de esa manera, el jefe superior, el señor
presidente de la República, además de por razones morales, no puede
seguir en su cargo por razones de incapacidad para proteger a la
seguridad nacional.
El detalle de los delitos cometidos por la
banda de Astesiano y de la imagen que proyecta del país hacia el
exterior, demuestra claramente que era y sigue siendo un peligro para el
país. El conocimiento de la información que maneja, como la del
“pescado congelado” en valija diplomática y otras, deben ser cortadas
de raíz y no alcanza con que vaya preso Astesiano y su banda creciente;
ese criminal no puede tener esa capacidad de extorsión. Hay que realizar
una profunda limpieza y remoción en ministerios, Policía y en
organismos de Inteligencia.
El presidente de la República debe
renunciar a su cargo y la vida institucional debe proseguir de acuerdo a
la Constitución. La Justicia determinará las responsabilidades penales
de los involucrados.
Sé que esta opinión no es compartida (o si
lo es, nadie se anima a formularla ni en la oposición, ni menos en el
oficialismo), es un cambio radical en la historia política e
institucional del Uruguay. Pero así como me jugué cuando se trataba de
un personaje, de una trama en mi partido, y con el cargo de
vicepresidente, con exactamente el mismo criterio lo hago en este caso.
Con un agravante, no solo que se trata del presidente de la República,
sino que en el caso de Sendic nunca se puso en peligro la seguridad
nacional y el funcionamiento institucional al convivir y designar a un
traidor a la Patria y un operador contra la democracia y las
instituciones, a favor de una banda extranjera.
Si la unidad de
medida moral, institucional y política para juzgar casos tan graves, es
el color de las posiciones partidarias, la defensa de los cargos, y no
los intereses nacionales y la proyección del Uruguay en el mundo,
habremos retrocedido gravemente, en todos los planos.
La actitud
del presidente es además un gesto básico de respeto hacia su propio
partido y los socios de la coalición y hacia los ministros y altos
funcionarios que no están involucrados en este grave caso de corrupción y
de vilipendio a la democracia y la república.
No se pueden
cubrir las responsabilidades políticas e institucionales, esperando el
fallo de la Justicia, se trata de asumir lo que ya todos sabemos y está
comprobado ampliamente: Alejandro Astesiano, un delincuente contumaz,
fue designado y ejerció como Jefe de la seguridad presidencial durante
más de dos años y tejió una red de delincuentes que manejó desde la
propia Torre Ejecutiva.
¿Qué más?
Imagen de portada: Esteban Valenti - Javier Calvelo - adhocFOTOS
UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias
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