EL OBRERO QUE NO DEFIENDE SUS DERECHOS, TRAICIONA A SU CLASE
Un obrero que no defiende sus derechos humanos, sus derechos laborales, su organización sindical y social, y las leyes de protección obrera no merece llamarse obrero: merece llamarse alcahuete de la patronal sea privada o publica . Porque quien se arrodilla ante la injusticia, perpetúa la esclavitud moderna. Quien calla ante la violación de los derechos laborales, se convierte en cómplice del patrón y verdugo de su propia clase.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), creada en 1919, estableció los principios universales que garantizan la dignidad del trabajador. Entre ellos, los Convenios 87 y 98, que reconocen el derecho a la libertad sindical y a la negociación colectiva como pilares fundamentales de una sociedad justa. Estos derechos no son favores: son conquistas obtenidas con sudor, huelgas, persecuciones y sangre obrera.
La ley de ocho horas —nacida del sacrificio de los mártires de Chicago en 1886 y consagrada internacionalmente— no fue un regalo del capital, fue el fruto de la lucha obrera. La jornada de ocho horas simboliza el equilibrio entre trabajo, descanso y vida familiar: ocho horas para trabajar, ocho horas para descansar, y ocho horas para vivir. Cada minuto más que se arranca sin justa compensación es un robo al cuerpo y al alma del trabajador.
Por eso, repudiamos con firmeza a todos aquellos que —por miedo, cobardía o conveniencia— se niegan a defender los derechos laborales conquistados. Repudiamos a quienes renuncian a la organización sindical, a quienes prefieren el silencio servil al grito digno, a quienes justifican la explotación bajo la excusa de la necesidad. No hay necesidad que justifique la esclavitud.
El Convenio 29 de la OIT condena todo trabajo forzoso o degradante, y el Convenio 155 protege la seguridad y salud en el trabajo. Las normas internacionales, las constituciones nacionales y las leyes laborales no son letra muerta: son compromisos éticos y políticos que deben hacerse valer en la práctica diaria, en cada taller, en cada fábrica, en cada obra.
Un verdadero obrero no es el que se resigna, sino el que resiste. No es el que obedece sin conciencia, sino el que lucha con dignidad. La historia de los pueblos demuestra que los derechos se pierden cuando se dejan de defender. Por eso, quien calla ante la injusticia laboral traiciona a sus compañeros, a su historia y a su clase.
Hoy más que nunca, en tiempos de flexibilización salvaje, tercerización y precariedad, es necesario levantar la voz obrera, organizada, consciente y combativa. Porque ningún derecho se conserva sin lucha, y ningún patrón concede sin presión. El trabajo dignifica solo cuando se ejerce con derechos, justicia y respeto.
RED CONTACTO SUR
De por y para los pueblos
Lic. Rubén Suárez
redcontactosur@gmail.com

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